Siento una punzada en el cuello y un espasmo, me ahogo entre una espesa cortina de pelo. Perfecto, me he quedado dormida en el despacho, espero que nadie haya intentado contactar conmigo, porque no tengo ni idea de cuánto tiempo habré estado así. Han pasado ya unos cuantos días desde que Julie me dijo la verdad. Desde entonces estoy viviendo aquí en su casa, pero ya me estoy buscando algo para cuando vuelva. Anoche me quedé hasta tardísimo hablando con Gabriel por teléfono. Es una de esas personas que consiguen hacerte sentir bien y sacarte risas sinceras incluso en tu peor momento; aunque hace un tiempo tuviésemos un devaneo que terminó en nada, siempre he apreciado su interés en seguir teniendo contacto, es algo inusual. A veces hace comentarios bastante elocuentes sobre la diferencia de sus intenciones y las mías, pero prefiero ignorarlos, y él lo sabe, es lo mejor. Después de una semana solitaria y de capa caída, era exactamente lo que necesitaba: una botella de vino blanco, un teléfono y una conversación de horas con él, canturreando canciones de grupos absolutamente desconocidos para mí o hablando de cómo malcriará a su futura sobrina.
I can fly
But I want his wings
I can shine even in the darkness
But I crave the light that he brings
Revel in the songs that he sings
My angel Gabriel
sábado, 24 de abril de 2010
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