Es curioso como el destino va tejiendo una compleja telaraña en la que se conecta el pasado con el futuro y el futuro con el presente de manera que se forman nudos imprevisibles y conexiones cuanto menos sorprendentes. Un día una persona significa un mundo para ti, y al día siguiente entre todo el mundo eres incapaz de recordar a esa persona.
Cesare podría decirse que fue algo así como mi primer amor, bueno amor es una palabra que se le queda muy pero que muy grande para describirlo, sin embargo, es lo que más se acercaba en ese momento... Fue locura, espontaneidad, adolescencia, espíritu y ninguna preocupación, ninguna atadura, ninguna obligación. Era uno de esos chicos que vienen con preavisos, que sabes que estás saltando al vacío sin ningún tipo de red que te vaya a recoger, pero tú saltas, que sabes que no tiene futuro, pero se trata de aprovechar el momento. Uno de esos chicos que sabes que lo que está haciendo contigo puede estar haciendolo con otras cinco a la vez, pero no te importa. Pasa un tiempo y descubres que tienes una especie de radar, para saber cuando alguien pierde el interés, una especie de sentido arácnido que te avisa de que el final se acerca, y está mucho más próximo de lo que habrías imaginado. En realidad, no es tan malo sentirlo, porque te ayuda a lidiar con la situación, te ayuda a canalizar la rabia y darte cuenta de que por mucho que no lo quisieras aceptar, ya lo sabías, que es inevitable y que hay personas que ni si quiera tú puedes hacer que se queden. Llega un momento en que paulatinamente van desvinculándose de ti, y piensas: "tenemos que hablar", pero luego reflexionas y te das cuenta de que no, que realmente no quieres saber lo que de verdad está pasando, eso no cambiará el final, prefieres quedarte con lo bueno, con el recuerdo, y desechar todo lo malo, los resentimientos, sin palabras.
Es un patrón que se ha ido repitiendo en mi vida. Después de que se termina pasa un tiempo y ganas un amigo, puede que no sea uno de los más cercanos, pero uno con el que puedes contar, con el que te une una especie de lazo invisible, un pacto tácito.
Aquí está, delante de mí, ha mejorado con el tiempo, he de decir. Han quedado atrás sus sueños de ser bombero y salvar vidas, tiene un trabajo serio y le da algo más de valor a las cosas que en su momento. Está de viaje de negocios, me ha llamado para avisarme de que pasaría unas horas en la ciudad (no sé ni cómo se habrá enterado de que estoy en Manchester, cosa de las redes sociales, i guess). Me tomo un café con él recordando los días en que le ayudaba con el inglés, -hueso duro de roer para él- es gracioso que ahora esté aquí, en Inglaterra. Le llevo al aeropuerto en el Jeep de Ju, ya me he encargado de surtirlo con mis cds. Cesare sonríe al escuchar que sigo siendo igual de fan de Ligabue, como una adolescente enloquecida que se sabe todas sus canciones, como cuando vivíamos en Firenze; es uno de los pocos que no se quejan de mi manera de conducir... como se nota que no es inglés, pienso mientras le veo desaparecer tras las puertas automáticas de la entrada al aeropuerto. Enciendo el motor y me dirijo a la ciudad, con un sentimiento de nostalgia algo incómodo, pero contenta, de todas formas. Pongo Vasco Rossi y canto a todo volumen para deshacerme de ese sentimiento... mientras me dirijo a un centro comercial a quemar la tarjeta, que para algo estoy trabajando en ese bufete, tanto dolor de cabeza se ve recompensado.
E ho guardato dentro casa tua
e ho capito che era una follia
avere pensato che fossi soltanto mia
e ho cercato di dimenticare
di non guardare.
domingo, 2 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario